Literatura

miércoles, 27 de enero de 2010

Conocido pedido

Mientras caminaba con una buena amiga, luego de almorzar le comenté:
-Quiero encontrarme con un brujo.

En la siguiente semana esto fue lo que sucedió. Cabello negro, ojos verde aceituna, barba oscura, cuerpo delgado, espalda ancha, veintisiete años y una sonrisa que por poco me hace quitar la ropa, y como algo adicional, es alto. La primera vez que lo vi estaba entrando al recinto con esa forma que tanto me gusta de los hombres atractivos. Sin embargo no me fijé en su cara. Él me vio primero gracias a esa costumbre propia de llegar mínimo media hora tarde a todo (ese día llegué dos horas después de la hora programada para el inicio del evento). Pasé apresuradamente para encontrar pronto un lugar donde sentarme.

En la noche, estratégicamente me acerqué a su grupo de amigos y uno en común me presentó a uno, luego al otro y cuando desinhibidamente busqué su mirada, él estaba en la parte más oscura, lo que hacía que sus ojos verdes estallaran y que a mí no me importara escuchar ni su nombre, solo mirarlo. En seguida me fui.

Tiene una luz en las pupilas. Era como ver a una especie de gato, un jaguar. Fue como si ese hombre ya imaginara como hacer que me acercara.

La noche siguiente fue un ataque rápido. Conciso. Empezamos a hablar y efectivamente era el que invoqué. Su voz, su forma de hablar, y esa particular manera de hacerme sentir como una niña, como su amiga, hicieron que olvidara preguntarle el nombre, cosa que resolví un amanecer mientras me abrazaba.

Entre la embriaguez mía y su viaje sonreía y algo me decía con sus botones esmeralda.

Luego su camisa tapó mi cara para que la luz no incomodara mientras dormíamos. Desperté al medio día y ya había desaparecido de mi falda mal acomodada.

Me llamo cuando nada esperaba y confesó haberme besado mientras estaba en los brazos de Morfeo y en los de él.

De esa noche recuerdo bien su sonrisa bajo mi cuello y que ya no era tanto un hombre sino un niño. Se mimetizaba como bien lo hacen los taumaturgos, o los taimados.

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