Literatura

miércoles, 27 de enero de 2010

Alusión al "valehuevismo"

Hoy se sentó junto a mí una puta en el bus. Estaba mirando por la ventana hacia un local llamado "las ejecutivas" y justo enfrente del negocio la mujer se subió al vehículo y se sentó junto a mí.

Precisamente estaba pensando cómo sería adentro, detrás de la puerta con el letrero, cómo sería la vida. Vi alguna ropa colgada en los cuartos como para evitar que fuera robada y traté de oler en el aire a esa mujer. No sé porqué creía que iba a oler bien. Supongo que fue porque creí que eso era lo que en principio le traía hombres y dinero. Yo no sé si era la calle o ella pero olía hediondo.

La verdad, nunca me he considerado alguien que discrimina debido al empleo, pero después de sentir que su brazo rozaba el mío, me sobrevino un asco impresionante. ¡Maldito el burro que conduce! Si no se comiera tantos huecos, yo tendría menos contacto con la prostituta. No podía pensarla de otra forma que no fuera llena de semen de borrachos o enfermos que pagaron veinte mil pesos por un polvo, y por ser llamados "papi".
Luego que no nos volvimos a tocar, imaginé cuantas veces habría sido violada por los que no pagaron un servicio, y si estar en esta situación la obligaba a ser tan ordinaria.

Pero las putas caras no son así de feas, ni se pintan las cejas de esa manera. Empero seguía pensando que estaba llena de semen y la verdad apuesto a que no se bañó.

Pero estar a lado de una puta confirmada, era una oportunidad única. Sin embargo ¿Qué estupidez le iba a preguntar? Y claro, ella me contaría toda su vida, desde que se metió al oficio, hasta como se sentía...

Di mil vueltas para entablar una conversación. Pero no creo que alguien de la calle, fuese tan parlanchina como suelo ser yo. Hice un comentario sobre la capacidad del conductor y solo me miró con absurda indiferencia. Toda la entrevista se fue al piso.

Me atreví a mirarla de frente y confirmé que era decididamente ordinaria como mujer, además estaba sucia de la piel a la ropa.

Se bajó en Motoreste y la miré por el vidrio. Pero ella siguió ignorándome, más impasible que cualquiera.

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