Literatura

lunes, 7 de junio de 2010

EL TEMOR

Al ver el cuerpo separado en miembros que gemían y se lamentaban a falta de una cabeza que no se sabía a donde fue a parar, ella no pudo más que abrazar uno de los bultos producto del descuartizamiento, acercarlo a su oído, e intentar descifrar cada gimoteo del ser que de manera inefable seguía vivo como si aún fuera un conjunto, pero no escuchó nada que la razón pudiera decodificar. Sin embargo en su espíritu supo que aquellos sonidos eran un pedido de ayuda, de compasión, de ternura ante alguien que había sido profundamente herido.

Laika abrazó aquel bulto envuelto en sábanas, que se empapaba y derramaban profusamente la sangre de la victima, como quién abraza a un niño triste o a una persona reducida al desconsuelo; y se percató de que esas sábanas y esa sangre eran indisimuladamente similares a las que ella misma vio, aquella iniciática noche del legrado, entre sus piernas.

Entonces, como aquel pedazo de cuerpo de su amiga, Laika también lloró. Lloró porque su hijo había muerto; y las partes del desmembramiento, mejor dicho, la mujer viva pero desmembrada, lloraba porque de manera inevitable iba a morir: estaba en el umbral. Y para esas dos mujeres la muerte aún no tenía un significado prometedor: era el miedo; era la extinción; era dentro de lo más obscuro, lo peor…Infinitamente, dentro de sus almas, la muerte del hijo y de las herramientas para cumplir cada sueño fue lo que las destrozó…

El despertador la sacó del sueño. Era hora de comenzar el día.

Para mí, la tristeza sabe a sal.

Sal mar, lágrimas saladas del mar:

Copiosa lluvia doliente en los ojos.

A sal: con el recuerdo salobre del sudor

En un cuerpo pasional y palpitante.

La tristeza: el mar,

Como el vasto horizonte sin nada.

Nada más allá.

domingo, 28 de marzo de 2010

Pasos atrás


Estoy escuchando la lista de canciones que me enseñaste.

Dios! Te extraño tanto...

jueves, 28 de enero de 2010

Fue entonces Pacheco de Suratá...



Queriendo escapar de los recuerdos, me fui a un lugar donde nunca habíamos estado, para que nadie conocido estuviera conmigo, para intentar algo solo mío. Mientras jugaba con unos aros ya comprendía el duro camino de regreso después de estar contigo. Me atreví a sonreír serenamente creyendote completamente fuera de mi cotidianidad por una tarde, luego de intentarlo como cada día vehementemente durante dos horas, similar a un entrenamiento diario para no contarme más entre tus planes.


Aún sin querer volver a la casa, me dirigía a ver la exposición que estaba durante el mes. Deambulé lentamente delante de cada cuadro escuchando sin explicación aparente voces de lontananza y ensueño, de remembranza. Hasta que me enfrenté a uno. Sí, ya lo conocía, ya había experimentado aquella curiosidad por sus formas y azulejos. Pero ¿Dónde? no atiné al lugar, hasta que vi el cuadro que me contaste que querías comprar algún día: una mujer desnuda con raíces, como dijiste también que solías verme.


Ya había estado frente a este artista, pero acompañada. Con la mano sujeta, el cuerpo besado y los labios rojos por infinidad de osculos, me enseñabas la galería a dos cuadras de tu apartamento luego de no haber ido a escuchar a Vallejo (contrario a lo que planeado), y antes de tomar algo para terminar muy bien el día.


Es que ya debería estar acostumbrada a verte en todos lados, a que cada pequeña cosa me remonte a cuando solíamos contarnos historias imaginadas.


Fui sola por unas cervezas, al fin y al cabo, por más que pareciera, ya no estabas y yo estaba así: sola.

miércoles, 27 de enero de 2010

"Para la noche..."


Para la noche se arrastran las almas
bajo su tentadora luz policroma
a reencontrarse
después de algunas varias vidas.


Yo lo conocí.
Fuimos hermanos y hasta de pronto amantes,
preferiblemente hijos de una misma esencia.


En algún tiempo nos fuimos de viaje
y vivimos lejos.
Pero cuando llego el momento
nos volvimos a besar...
Ni siquiera pareció la primera vez...

Cura y Tiempo

Hacia falta este tiempo, esta distancia. De ahora en adelante podemos no conocernos, podemos ignorarnos tranquilamente como según usted, estaba destinado que así fuese.

!Cómo es de poderosa la distancia!

Lo ha alejado de tal manera...tal cuantía, que es imposible que alguna vez hubiera amado a alguien tan fatuo. Y me siento feliz.

Te escribo Tambor...

Tengo una nostalgia imposible de lo que eramos, de lo que vivimos. Preferiria no habernos visto a la cara. Preferiria seguir compartiendo nuestras almas. Preferiria no tener que controlar lo que digo, a la hora que llamo, lo que pienso. Seguiriamos siendo amigos.

Te extraño. Extraño todo de ti, menos tu presencia física. Extraño el compartir nuestra visión cósmica.

Hagamos un acto psicomagico. Lo voy a hacer por los dos.

Y de la forma en que ambos sabemos, Te amo.